Afrontando los miedos
Hoy tenemos el placer de compartir con vosotros otro de los textos recibidos dentro de nuestro concurso de relatos. Os presentamos 'Afrontando los miedos'
Por: Cristina Cuesta Grueso
Hospital Denia Marina Salud. Denia, Alicante.
Hace ya casi nueve años desde que terminé la residencia en el Hospital donde me formé como Farmacéutica Especialista en Farmacia Hospitalaria. Recuerdo aquellos cuatro años con cariño, como la época en la que adquirí todos los conocimientos y habilidades que debe poseer un Farmacéutico de Hospital. Recuerdo que todas las horas que pasaba en el Hospital eran pocas para aprender. Recuerdo momentos de risas con los compañeros y de disgustos en malos momentos. Sesiones matinales del Servicio y generales del hospital. Cursos, congresos. Mis primeras sesiones, comunicaciones a congreso y artículos publicados. Todos y cada uno de los rotatorios por las Áreas del Servicio de Farmacia. Todos y cada uno de los adjuntos que me han enseñado como cada uno ha sabido hacerlo y que han sido la base de mi saber profesional. Y por supuesto, recuerdo las guardias de la residencia, en las que todo, en el Servicio de Farmacia y muchas veces fuera de él, dependía de mis actos y decisiones.
Recuerdo como si fuese en este instante mi primera guardia… el nerviosismo por lo que pudiese pasar… Recuerdo las validaciones interminables de los tratamientos en el sistema de prescripción electrónica, los informes de farmacocinética sobretodo de digoxina, de antibióticos y antiepilépticos, las consultas sobre medicación tanto de enfermería como de facultativos del Hospital, elaboración de colirios, validación de citostáticos, “papelillos” del infantil…. Todo ello consultando contínuamente “la libretita” donde los días anteriores me había ido anotando aquellas cosas que parecían imprescindibles en las guardias. Pero sin duda, lo que nunca olvidaré de aquella guardia es la sensación de angustia cuando el busca sonó y al otro lado del teléfono una voz dijo:
- ¿Farmacéutico de Guardia? Tengo una extravasación, soy la enfermera del Hospital de Día.
El tiempo se paró, cesaron los ruidos y todo lo que había a mi alrededor desapareció. La voz de mis residentes mayores resonó en mi cabeza:
- Si te llaman por una extravasación debes subir al hospital de Día y decir lo que deben hacer.
Mi cara era un poema. Había una extravasación… una ex-tra-va-sa-ci-ón… En todos los años que estuve en la Facultad nunca oí esa palabra y cuando llegué al Hospital parecía algo familiar. Tan familiar como que el farmacéutico subía al Hospital de Día y con el brazo del paciente delante le decía a la enfermera las medidas a tomar y antídoto a administrar.
Pasados unos segundos, volví en mí y pude responder:
- Subo enseguida
En tiempo maratoniano, puesto que tanto enfermería como el propio paciente con su extravasación estaban esperando al farmacéutico, me documenté y tuve claro el concepto de extravasación: la salida de los vasos sanguíneos hacia los tejidos circundantes del medicamento que se está administrando al paciente. Sus consecuencias, a juzgar por las imágenes que vi en internet, podían ser nefastas… desde una leve irritación de la zona hasta necrosis que requiere debridación de los tejidos afectados. Las imágenes no hicieron más que aumentar mi angustia ante la situación que se me presentaba y la importancia de dar las indicaciones adecuadas lo más rápido posible. Inmediatamente, mi “botón de encendido” de pensamiento ágil y lógico se activó y consulté en “la libretita”… allí estaba, bien claro: “Extravasación en Hospital de Día: mirar la penúltima página de la Guía Farmacoterapéutica, donde pone extravasaciones, mirar las medidas generales y el antídoto correspondiente al citostático extravasado, cogerlo y explicar a la enfermera cómo aplicarlo (mirar la extravasación en el brazo o mano del paciente)”. Así lo hice. Memoricé lo que ponía en la Guía sobre extravasación del citostático, cogí el antídoto de la Farmacia, me armé de valor y fui al Hospital de Día. Entré y fui directa a la enfermera, ella me indicó qué paciente era para que pudiese acercarme a verlo. Mi preparación académica previa como farmacéutica, mis conocimientos recién adquiridos ese día sobre las extravasaciones y mis dotes artísticas sirvieron para camuflar lo nerviosa y lo poco familiarizada que yo estaba con el tema. Incluso pude sonreir cuando, tras explicarle al paciente lo que le había ocurrido, pude percibir una mirada de agradecimiento. Recuerdo que me despedí de él y que me acerqué al mostrador de enfermería con el antídoto. La Farmacéutica de Guardia, como un día cualquiera, había dado instrucciones de cómo actuar ante una extravasación de citostático.
Esto es parte de la residencia. El residente de Farmacia Hospitalaria nunca sabe qué se va a encontrar cuando suena el teléfono de la guardia, pero va adquiriendo unas tablas en su día a día, guardia tras guardia, que sumadas a su conocimiento (a veces no somos conscientes de todo lo que sabemos) hace que salga airoso de cualquier situación profesional.
Dos años más tarde, me propusieron impartir una sesión en un congreso de Enfermería Oncológica. El tema: “Extravasación de citostáticos”… ¡Oh no! ¡extravasaciones de nuevo! ¡y en un foro dedicado a tiempo completo a la oncología!… ¡qué les iba yo a contar que no supiesen sobre algo que podía ser su día a día!.. Para entonces ya había aquirido más conocimientos sobre este asunto, pero tuve que profundizar. Así que hice una búsqueda bibliográfica para localizar cualquier estudio publicado, casos clínicos, aunque fuesen de un solo paciente, cualquier actualización de guías, etc. En una sesión en la que yo era la experta, no podía quedarme sin palabras ante cualquier duda de los asistentes.
Esa época coincidió con una de las partes más tristes de mi vida, el reciente diagnóstico del cáncer de próstata de mi padre. Recuerdo las sesiones de quimioterapia, el diazepam previo para tranquilizarse, las esperas a que estuviese preparado el tratamiento. Yo lo llevaba en coche al Hospital. Mientras le infundían el Docetaxel, yo repasaba a su lado toda la información sobre extravasaciones que iba recopilando para preparar la ponencia del Congreso de Enfermería. Afortunadamente, no sufrió ningún incidente de este tipo en ninguna de las cinco sesiones que pudo recibir antes de empeorar rápidamente su estado clínico.
Para mi asombro, mi ponencia resultó ser interesante. Los pasos que seguía enfermería ante una extravasación reproducían al pie de la letra un protocolo pegado en la pared sobre cómo actuar, pero no conocían el fundamento, en base a qué cada medida, mecanismo de acción de los antídotos, etc… Me di cuenta que un Farmacéutico de Hospital puede aportar conocimientos que son diferentes pero complementarios al del resto de profesionales sanitarios.
Hoy soy adjunta del Servicio de Farmacia en un Hospital de nueva apertura. Soy la facultativa responsable del Área de Oncohematología de mi Servicio. Cuando llegué, todo era nuevo, íbamos a estrenar instalaciones y programas informáticos. Me presentaron al personal que iba a elaborar los tratamientos citostáticos. En cuanto al flujo de trabajo y protocolos de elaboración de citostáticos… no había nada. ¡Para eso me contrataron! Yo debía organizarlo todo, redactar los protocolos de manejo de citostáticos, cada hoja de elaboración de cada uno de ellos, modo de reconstitución, de dilución, concentraciones, estabilidades, duración de la infusión, etc… Y por supuesto, había otro Protocolo que debía redactar: el Protocolo de Actuación ante una Extravasación de Citostático. Objeto, alcance, definiciones, desarrollo, responsabilidades e indicadores. Yo era la responsable.
Tras cuatro años de funcionamiento del Hospital, he conseguido ser referente en cuanto a cistostáticos. Cualquier duda relacionada, me consultan. Doy formación sobre extravasaciones al personal sanitario del Hospital de Día, desde auxiliares de enfermería hasta facultativos. También doy formación a los farmacéuticos y técnicos de farmacia en prácticas que pasan por el Servicio de Farmacia. Mi formación incluye fotos que yo misma he tomado de pacientes que han sufrido una extravasación. Cuando explico los síntomas de una extravasación no estoy recordando las letras de un texto, sino las imágenes de los pacientes que he podido ir viendo a lo largo de todos estos años.
El paciente oncológico lucha con su enfermedad desde el momento del diagnóstico. Se encuentra ante una situación que sabe que muchas veces condena a un final de la vida antes de lo que uno se esperaba. Además, debe afrontar un deterioro en su calidad de vida, efectos secundarios que aparecen tras cada sesión de quimioterapia, el deterioro en su aspecto físico y psíquico, la pérdida de apetito y la insistencia para que coma de los familiares que ven que se consume. Trata de hacerse el fuerte para que no se note su dolor y mitigar ese sufrimiento que observa en sus seres queridos. Sonríe, muchas veces sin ganas, incluso sacando un poco de humor a las situaciones difíciles, “quitando hierro al asunto”, porque sus familiares y sus amigos no se preocupen por él.
El paciente oncológico viene al Hospital de forma contínua: consultas con Oncología Médica, pruebas analíticas y por imagen, transfusiones, administración de tratamientos cistostáticos y de soporte, radioterapia…. Es un ir y venir conínuo al Hospital. Los accidentes en la administración de citostáticos, como son las extravasaciones, ocurren de forma poco frecuente, pero sus consecuencias pueden tener un elevado impacto sobre la calidad de vida del paciente. Pueden complicarse y ser otro motivo más de procedimientos y visitas al Hospital. Hay medidas preventivas y medidas de tratamiento y su conocimiento por parte del personal sanitario y la rapidez en la actuación ayudan a minimizar su aparición y a reducir sus complicaciones, en el caso de que ya hayan ocurrido.
Estoy orgullosa de mi camino, por lo que haya podido aportar a mis compañeros de otros Servicios y categorías profesionales, por lo que puedan haberse beneficiado los pacientes oncológicos de la Atención Farmacéutica recibida y porque he sido espectadora directa de mi propio crecimiento profesional.
Somos un cúmulo de conocimientos muchas veces poco compartido y explotado. No sabemos todo lo que sabemos y de lo que somos capaces. En el momento que descubrimos todo lo que podemos aportar, se abre un mundo de posibilidades con ideas que fluyen solas, ilusiones en nuevos proyectos que se nos ocurren y… sorprendentemente nuestros miedos empiezan a desaparecer.